Ilustración: Pedro Strukelj
Por Emilia Saiz, Secretaría General de CGLU.
Es importante que la Administración local se erija como baluarte de las aspiraciones de las comunidades, que sea el centinela de los sueños de los ciudadanos.
El bienestar futuro de los ciudadanos depende del desarrollo que se implementa en las ciudades, de hacer ciudades más inclusivas, resilientes y sostenibles. Los gobiernos locales son que se encargan, mediante su compromiso con los servicios públicos, de trabajar por el bienestar de la ciudadanía. Los lazos entre el bienestar de las comunidades y los retos globales son indiscutibles.
A estas alturas del siglo XXI está muy asumido que no podemos hablar de un solo modelo de desarrollo. Sin embargo, probablemente estemos más cercanos de un solo modelo de felicidad, por aquello de que, como decía Tolstói, “todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”.
La felicidad se encuentra al llevarse bien con los vecinos, al tener calles seguras en las que nuestros hijos lleguen sanos y salvos a colegios donde se les eduque en igualdad de oportunidades. Se encuentra, también, en casas y trabajos decentes para todos y a los que podamos llegar con movilidad eficaz, rápida e inclusiva. La felicidad tiene que ver con poder disfrutar de espacios de ocio y hasta donde nos sea posible ser artífices de la creatividad a través de nuestras comunidades de vecinos, teatros, foros y demás.
Si miramos una a una esas pautas de felicidad muchas dependen de servicios básicos que proveen los gobiernos locales. Son estos servicios también los que definen el alcance de las grandes agendas como el Compromiso 2030 y sus objetivos de desarrollo sostenible, ligando así lo local con lo global y viceversa.
Pero más allá de los servicios, es importante que los gobiernos locales, la esfera de gobierno de proximidad, se erijan como baluartes de las aspiraciones de las comunidades, que sean los centinelas de los sueños de los ciudadanos. Incluso con competencias reducidas y más allá de las mismas, los gobiernos locales se han de poner en la primera línea en las situaciones de emergencia y hacer sonar la alarma cuando las tendencias pueden llevar a situaciones de gran calado para las vecinas y vecinos de las ciudades.
Así hemos visto cómo intentan liderar la transición ecológica y ponen de su parte para cambiar hábitos de movilidad que ponen en peligro nuestra salud colectiva. Hemos visto cómo las ciudades del mundo se han puesto de acuerdo para poner alerta a la comunidad internacional sobre la crisis de la vivienda digna. También como han apelado a la solidaridad cuando las caravanas de migrantes atraviesan continentes o llegan a nuestros puertos.
Es el espacio de lo local, y son las ciudades las que se erigen como los espacios que defienden derechos y libertades de sus ciudadanos, quienes buscan conectarlos con las instituciones y situarlos en el centro de la acción política para que haya territorios más sostenibles de acuerdo a la realidad de cada lugar.
Solamente si somos capaces de desarrollar plenamente la democracia local, la solidaridad y la creatividad de nuestras comunidades, seremos capaces de construir sociedades capaces de enfrentarse a los retos del futuro. Si somos incapaces de recuperar la dimensión local, y de poner a los ciudadanos en el centro de las agendas, será imposible desarrollar un futuro común que sea sostenible y en paz.
Gobernanza Global
Por eso, entre nuestros retos está necesariamente el transformar los espacios de gobernanza global. Más allá de estar representados en ellos, ha de pasar también por trabajar de manera conjunta una forma de desarrollar políticas que tenga en cuenta a todos los actores, que reconozca a la esfera local como actores clave para el desarrollo y para la transformación y que nos interpele como más que implementadores de las agendas.
Durante mucho tiempo se ha repetido la frase: “pensar globalmente, y actuar localmente”, pero el tiempo está demostrando que, en realidad, solo pensando en lo local seremos capaces de influir en las cuestiones globales. Las agendas de desarrollo aprobadas en los últimos años (la Agenda 2030, la Nueva Agenda Urbana, pero también el Compromiso de París por el Clima) empiezan a enmendar los fallos de anteriores agendas adoptadas por los Estados, pero debemos ir más allá.
Debemos trabajar por un sistema de gobernanza más justo y más inclusivo, debemos trabajar para que los gobiernos locales vean recompensado su compromiso con las agendas globales con las competencias y con la financiación necesaria para poder llevar a cabo estas políticas. Solamente con un acceso adecuado a las finanzas veremos a los gobiernos locales y regionales lograr mayor bienestar para los ciudadanos, mejorando la provisión de servicios públicos, como el acceso al saneamiento, al transporte público, al desarrollo económico local, al acceso a la vivienda y a la cultura.
Por todo esto no deja de ser sorprendente lo poco que se habla de verdaderas agendas locales los periodos de elecciones municipales y nacionales en cualquier parte del mundo. Asimismo, sorprende que se critique a aquellos líderes locales que cuentan con una fuerte agenda de trabajo internacional.
Es imposible hoy en día defender los intereses locales sin comprender bien la agenda internacional y sin hacer piña con otras ciudades y gobiernos locales para estimular el cambio.
Un mundo en el que los gobiernos locales y regionales estén lejos de la toma de decisión global será un mundo en el que los sueños y anhelos de nuestros vecinos y vecinas queden relegados a la categoría de meras anécdotas.
Por eso, desde las redes de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos seguiremos trabajando para fomentar un sistema global de ciudades en el que se lleve a cabo una estrategia conjunta, en el que se aprenda y desde el que se influyan las grandes agendas que afectan a nuestra cotidianidad.
FUENTE: Alternativas Económicas.
PUBLICADO en Eldiario.es