La pandemia ha mostrado, en un momento en que las personas han dejado de trabajar, de moverse, y en que las fronteras se han cerrado por necesidad, las debilidades de nuestros sistemas de producción y sistemas alimentarios. Grandes partes de la población han visto empeorado su acceso a alimentos de calidad. La transformación del sistema alimentación, y el papel de los territorios en el mismo tomar fuerza en la era urbana y más aún en la pandemia.
La pandemia ha aumentado la crisis alimentaria que estábamos viendo antes, con comunidades más pobres y más aisladas teniendo acceso únicamente a alimentos de peor calidad. La Experiencia de Aprendizaje en Vivo sobre nuestros sistemas alimentarios, organizada por CGLU, Metropolis, y ONU-Hábitat junto al Ayuntamiento de València y el Centro Mundial de València para la Alimentación Urbana Sostenible, exploró las iniciativas de las ciudades para llevar a cabo una respuesta en clave alimentaria a la pandemia, y para evaluar cómo deben ser los sistemas alimentarios del futuro para contribuir a la reconstrucción y mitigar el impacto de crisis futuras.
Joan Ribó, alcalde de València, abordó la importancia de que los gobiernos locales y regionales se impliquen en la gobernanza alimentaria, siendo actores claves en el abastecimiento alimentario de muchas personas vulnerables. Junto a los ejemplos de políticas llevadas a cabo por el ayuntamiento de la ciudad, como la ampliación de becas comedor durante el confinamiento, e iniciativas de educación alimentaria, el alcalde hizo hincapié en la importancia de alimentarse más allá del hecho de “comer”.
“La alimentación debe dejar de ser exclusivamente de supermercados, y ser un elemento que tenga en el centro a las personas. Alimentarse es un proceso cultural, que debemos desarrollar siendo conscientes y potenciando el lazo con nuestros productores”.
A lo largo de la sesión, participantes como el alcalde de Pariaman Genius Umar, la Directora General del Departamento de Nutrición Social de Kazan, Rima Mukhamedshina, o Patricio Abad, Director de Desarrollo Económico de Azuay, hicieron hincapié en la respuesta inmediata, garantizando el abastecimiento de comida a la ciudadanía, y en particular a poblaciones vulnerables como estudiantes, trabajadores y trabajadoras del sector sanitario, y personas que trabajan en el sector informal. Farissa Bensalem, Jefa de Gabinete de la Alcaldía de Gennevilliers, abordó la temática de la “justicia alimentaria” en su ciudad mediante la implantación de medidas como un ticket alimentario para familias modestas, y tratar de asegurar el acceso a comida de calidad para familias sin recursos.
Andrea Magarini, coordinador de política alimentaria de Milán, señaló la importancia de tener datos sobre qué y cómo come nuestra ciudadanía para poder transformar las respuestas políticas a sus necesidades, poniendo como ejemplo su ciudad, en la que durante la pandemia la ciudadanía consumía más producto fresco.
Maite Rodríguez, Coordinadora de la Red de Mujeres y Hábitat de América Latina y el Caribe, señaló la importancia de la construcción de derechos de las mujeres, las grandes microproductoras, para construir la resiliencia al bloque. El reconocimiento del trabajo de las mujeres, y la asignación de recursos, son claves para asegurar los derechos de las mujeres a la ciudad. Kobie Brand, directora de ICLEI Africa, expuso el “mes de la comida y las ciudades africano”, una iniciativa en conjunto con la FAO y la RUAF (El partenariado global por la Agricultura Urbana y los Sistemas Alimenarios sostenibles, o Global Partnership on Sustainable Urban Agriculture and Food Systems, en inglés original) y abogó por mejorar los sistemas alimentarios como un paso necesario para regenerar la naturaleza, mitigar la crisis del clima, y acabar con las injusticias. Remy Sietchiping, Jefe de políticas, legislación y gobernanza urbana de ONU-Hábitat abogó por incorporar el elemento de la solidaridad en la mirada que aplicamos a los sistemas alimentarios para así no dejar a nadie y a ningún territorio atrás.
Marcela Villarreal, Directora de partenariados, incidencia y desarrollo de las capacidades de la FAO, cerró el debate señalando que es indispensable tener un enfoque holístico hacia la comida y la alimentación a fin de construir una nueva relación con nuestro entorno, y elogió el Decálogo para la era posterior a la COVID-19, elaborado por CGLU, señalando que las áreas sobre modelos de proximidad, acuerdo verde, sistema interurbano, y la próxima generación del multilateralismo pueden ser claves para generar sinergias entre CGLU y la FAO.
Vicente Domingo, Director del Centro Mundial de València para la Alimentación Urbana Sostenible, señaló que la alimentación es una opción política, y que los gobiernos locales y regionales tienen una labor importante para educar a las poblaciones sobre alimentación. En la crisis más importante del siglo XXI, señaló, es importante mantener que una buena alimentación es un acto de responsabilidad no solo con uno mismo, sino con las comunidades que nos rodean.
Emilia Saiz, Secretaria General de CGLU, destacó la importancia de cambiar la relación entre las ciudades y la alimentación. Según sus palabras, debemos pasar de ver las ciudades como consumidoras de comida y convertirlas en verdaderos actores del sistema de producción visto desde una solidaridad territorial y policéntrica. La forma en que el COVID-19 ha puesto a prueba nuestros sistemas, señaló, tendrá que ser una lección que transforme las prioridades y que vaya de la mano con una transición ecológica que nos permita repensar nuestra relación con la naturaleza.
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